Los años del movimiento renacentista coincidieron con un momento de la historia europea caracterizado por un interés por la historia de los pueblos y de las naciones, por un gusto neo gótico y por una sensibilidad particular, que lleva a revalorizar el pasado con sus expresiones artísticas. Gracias a la difusión de los llamados “Grand Tour”, Roma se convirtió en un destino especial, que atraía a visitantes de toda Europa. Sus ruinas eran un reclamo que atraía a la sensibilidad nostálgica del hombre romántico, fascinado por el onírico, el misterio y la belleza del pasado. El “Grand Tour” era una ruta de viaje, realizada por muchísimos jóvenes de la aristocracia europea, a diferentes localidades del territorio europeo.
Esta tendencia se difundió a partir del siglo XVII, persistiendo en los siglos sucesivos. Los viajeros permanecían de viaje por meses, incluso por años, y normalmente sus destinos eran Roma o Grecia, dos países riquísimos en hallazgos y testimonios de la historia del pasado. El viaje se hizo tan importante que se consideró una herramienta esencial para la formación cultural de los nobles europeos.
Roma, con sus monumentos y sus obras de arte, era una etapa de esta ruta bastante codiciada, junto a Nápoles, Pompeya y Sicilia. Los estudiantes y los amantes del arte podían entrar en contacto con los modelos originales de estas bellezas de la antigüedad clásica, realizando sus dibujos y reproducciones directamente frente a ellas. Roma era un museo al aire libre, ciudad en la que se estratificaban las ruinas antiguas, cristianas y modernas. Los Museos Capitolinos fueron inaugurados en 1734, y en 1771 se inauguró el Museo Pio – Clementino. También la periferia de la capital fascinaba a los visitantes: Frascati, Nemi, y sobre todo, Tivoli con su Villa Adriana, se convirtieron en destinos de viaje. Así se difundió una verdadera moda del coleccionismo y del anticuariado.
Pero, ¿quién ha utilizado primero el término “Grand Tour” y que personajes han explorado Roma?
La expresión “Grand Tour” está relacionada con una guía de Richard Lessels, “The Voyage of Italy”, publicada en 1670. Un escritor famosísimo, Johann Wolfgang Goethe, escribió “Viaje a Italia” (“Italienische Reise” en alemán), publicado entre 1816 y 1817. Los dos volúmenes que componen esta publicación son el resumen de un viaje real, cuyo protagonista fue el mismo Goethe, a finales del siglo XIX. En Roma, tuvo la posibilidad de observar las obras de Guercino, como la “Santa Petronila”, o de Tiziano como la “Madonna dei Frari”, o la “Annunciazione” de Guido Reni, todas, obras realizadas en el siglo XVII.
Pero Goethe no fue el único que visitó la “Urbe”. Stendhal visitó la ciudad más veces, hasta el 1828, y en su “Paseos por Roma” deja un testimonio de cuanto viajar a Roma es un descubrir continuo. Muchísimos poetas, escritores y nobles vivían en el centro, como testimonia la “Casa Keats – Shelley”, situada en el corazón de Plaza de España, donde murió otro gran escritor: Keats, en 1821. Siempre en el centro, el histórico “Caffè Greco” era un importante lugar de encuentro, junto a las villas de los personajes del alta sociedad romana. Los visitantes paseaban por la ciudad movidos por una gran curiosidad, no solo hacia las antiguas ruinas de Roma, si no también hacia las obras realizadas en la época moderna, como las de Rafael. Pues Roma ofrecía un espectáculo completo, desde testimonios arqueológicos (como los Foros Imperiales, el Coliseo y las obras conservadas en los museos del siglo XIX) y los sitios de la época paleocristiana y medieval, hasta las obras artísticas modernas; los visitantes europeos la consideraban como un tesoro, que custodiaba cada una de las etapas de la historia de la cultura occidental.