Roma, ciudad eterna, conocida por sus esplendores en su superficie, conserva maravillas incluso en su parte más subyacente y subterránea. Son muchísimos los testimonios de la época paleocristiana que es posible visitar hoy en día en el corazón de esta ciudad, que acogió a las primeras comunidades cristianas. Éstas impulsaron una gran actividad artística, relacionada con la difusión del mensaje de salvación, que intentaban transmitir en un momento aún embrionario de la historia de la Iglesia.
Entre las catacumbas más interesantes se encuentra la de San Calixto, que surge a lo largo de la vía Appia, y está constituida por un grupo de cementerios que datan del siglo II d.C. El nombre de las catacumbas hace referencia a un papa mártir muy importante para la historia de la Iglesia Occidental. Entre las zonas más significativas están las consideradas “Cripta de los Papas” y la “Cripta de Santa Cecilia” con los “Cubículos de los Sacramentos” de principios del siglo III d.C. y con frescos relacionados con los principales sacramentos de la liturgia como la Eucaristía y el Bautismo.
Las Catatumbas de San Sebastián, cuyo nombre está vinculado al mártir cristiano que fue sepultado aquí, se encuentran en una zona de Roma, en la que durante un tiempo existieron unas canteras de puzolana, a lo largo de la vía Appia Antica. En realidad, era conocida con el nombre de ad catacumbas, o sea, “junto a la hondonada” o “nei pressi dell’avvallamento” y esta expresión se ha ido transformando, en el término con el cual se hace referencia a las catacumbas actuales. Las catacumbas de San Sebastián presentan numerosas tumbas, sepulturas (nichos) paganas y cristianas con motivos decorativos parentales y pintadas e invocaciones a los apóstoles Pedro y Pablo. Es conocido, que la zona del cementerio fue muy visitada a lo largo de toda la época medieval.
En Vía Salaria se encuentran las Catatumbas de Priscila, la noble fundadora del complejo cementerio, cuya aportación a la realización es testimoniado con una inscripción in loco. Muchos papas fueron enterrados en este cementerio, desde Marcelino a Silvestre, a Celestino y Vigilio. Las decoraciones que conciernen a “El cubículo de la Velatio” son directamente relacionados con la vida de la difunta. El cubículo (pequeña cámara sepulcral a los lados de la galería) está decorado con pinturas de la segunda mitad del siglo III, en alusión al matrimonio, a la maternidad y a la muerte de la difunta, aquí enterrada. Aquí, en un nicho, se aloja el testimonio icónico más antiguo de la Virgen en Occidente: la Virgen María con el Niño Jesús y el profeta Balaam que data del siglo III. Otra zona interesante es el criptopórtico (pórtico semisubterraneo) con la “Capilla Griega”, que originariamente era un sepulcro privado de una familia noble, particularmente importante por la presencia de ciclos pictóricos antiguos, siempre datados del siglo III.
En vía Nomentana se encuentran unas catacumbas que no están perfectamente conservadas, debido a las numerosas visitas: las Catacumbas de Santa Inés. Este es el nombre de una mártir romana muy joven, a la cual es dedicado este complejo, aunque hay diferentes versiones históricas sobre su vida. Entre estas, los testimonios de San Ambrosio y Prudencio, los cuales cuentan que la chica murió decapitada en nombre de la religión cristiana, y después de este episodio, su culto se extendió de una manera muy intensa. Parece que incluso el emperador Constantino fue muy devoto de esta mártir, tanto que hizo construir, en las cercanías de la zona, una basílica y un mausoleo con cúpula, maravillosamente decorado con mosaicos y cupidos, en honor a Constantino. Después, fue el papa Honorio I él que construyó la basílica sobre la tumba de Inés con un ábside decorado con mosaicos, que representan a Inés y los papas Honorio y Símaco.
Cerca de vía Casilina se encuentran las Catacumbas de los Santos Marcelino y Pedro, también llamadas Catacumbas de Santa Elena. Se extienden sobre un área muy amplia, aproximadamente 18.000 m2. Una excavación realizada en 2006 ha sacado a la luz varias zonas que no habían sido descubiertas antes, con frescos y muchos cuerpos que datan de finales del siglo II d.C., cuya sepultura está relacionada, con mucha probabilidad, a una epidemia de peste. El complejo era llamado, por diferentes fuentes, “inter duas lauros”, debido al nombre originario de la zona. El desarrollo de la zona dedicada a los mártires cristianos se relaciona con el papa Dámaso, que hizo construir la escalera de entrada a los sepulcros situados en una cripta subterránea. Se atestigua una gran asistencia de la zona, con frescos y grabados en latín y rúnico.