En una etapa particular de su historia, Roma, la ciudad que se convirtió en símbolo del cristianismo occidental, se abrió al exterior y a los cultos orientales, alimentando un sincretismo de movimientos y culturas. Estamos al final del siglo I d.C. y precisamente un culto de origen persa se estableció en Roma, convirtiéndose en un movimiento alternativo a la religión oficial. El culto se volvió tan importante que, según las fuentes, incluso Nerón se inició a sus rituales.
El Mitraísmo fue realmente introducido hace un tiempo en los círculos helenísticos durante las campañas de Pompeyo en el siglo I, pero fue bajo la dinastía de los Severos, que este culto, por cierto aspecto fascinante y misterioso, fue particularmente seguido. Una de las razones de esta fama es que el Mitraísmo posee unos elementos que lo acercan a un movimiento espiritual bastante iniciático y por eso consiguió golpear la sensibilidad del mundo romano en un momento muy delicado de su historia.
Los principales lugares de culto de esta religión eran en su mayoría ocultos y subterráneos. Estas áreas se denominan Mitréos, lugares dedicados a una divinidad, protectora de la justicia, relacionada con la dimensión solar y con la salvación que, como veremos, en muchos aspectos se acerca a la figura de Cristo.
Aún sin haberse convertido en la religión oficial de estado, como sin embargo le pasó después al Cristianismo, este culto tuvo una excelente reputación para varios emperadores, como por ejemplo Diocleciano que lo identificó con el Sol Invictus, el “Sol Invencible”. Existen puntos de contacto entre la religión cristiana y la del dios Mitra. De hecho, los dos movimientos suponen una gran fe en la vida después de la muerte y en la resurrección, utilizan la imagen del Juicio Final y celebran el día del nacimiento del dios cada 25 de Diciembre, exactamente como sigue ocurriendo a día de hoy. Como es conocido, con el edicto de Constantino en el año 313 d.C. y Teodosio en el siglo IV, el cristianismo se convierte en la religión oficial del imperio, aunque con Juliano el Apostata hubo un breve paréntesis pagano.
De este culto quedan vestigios arqueológicos particularmente significativos en lugares subterráneos de Roma. El Mitreo Barberini es uno de los Mitreos más importantes y mejor conservados, situado en Via delle Quattro Fontane (Calle de las Cuatros Fuentes). La particularidad de este lugar es la de poseer pinturas murales, y por lo tanto, la evidencia iconográfica del culto de esta divinidad solar, a menudo representada en el acto de matar a un toro. La llamada tauroctonía es un sacrificio ritual asociado con el Mitraísmo con significado astronómico, expresión del control del dios sobre la precesión de los equinoccios. Este episodio nos da una gran cantidad de información sobre las prácticas de los rituales de culto, debido a que faltan testimonios escritos concretos. Otro Mitreo con representaciones es el Mitreo de Santa Prisca, situado bajo la iglesia de Santa Prisca al sur del monte Aventino. Aquí también las pinturas murales documentan varios episodios relacionados con la historia del dios, y en un nicho se representa una tauroctonia original, que incluye las figuras de Saturno y Mitra, representados sin ropa.
El Mitreo del Circo Máximo surge cerca del Circo Máximo, bajo un edificio en Via dell’Ara Massima y fue descubierto en 1931. Aquí también se encontró una representación en relieve de tauroctonia, en la cual el dios está acompañado por los doríforos (portadores de lanza) Cautes y Cautopates, del Sol y de la Luna. Parte del suelo de mármol es todavía visible al lado de las inscripciones con los nombres de varios libertos de la sociedad romana.
Otro Mitreo famoso es el Mitreo de las Termas de Caracalla por tamaño y ubicación. Surge al lado de las Termas de Caracalla y se sitúa junto a la basílica de Santa Balbina. La estructura tiene una planta central con bóveda de crucería y aún posee los restos de un pavimento decorado con bandas blancas y negras. Un antiguo vestíbulo era probablemente destinado al sacrificio de los toros.
El Mitreo de San Clemente se sitúa, sin embargo, en la zona inferior de la basílica de San Clemente. A lo largo del siglo III, una casa privada que surgía en esta zona fue transformada en Mitreo, sufriendo el edificio transformaciones para poder albergar el culto. Se creó entonces una bóveda de cañón decorada con estrellas para evocar un cielo nocturno. En un nicho tenía que haber una estatua del dios y la representación habitual de Mitra matando al toro.
Todos estos lugares subterráneos fueron estudiados, a lo largo del tiempo, por muchos arqueólogos y estudiosos. Entre ellos, una contribución fundamental al estudio del culto fue dada por Filippo Coarelli, que incorporo una documentación de los Mitreos en su publicación Guida Archeologica di Roma (Guía Arqueológica de Roma).